domingo, 30 de octubre de 2011

LA ALTA ESCOLÁSTICA (lectura para el día lunes) ver toda la lectura donde dice "Más información"

En los frecuentes decretos con que las autoridades medievales prescribían o autorizaban la apertura de una escuela se dice con frecuencia que tales es­cuelas debían servir principalmente para el mejor entendimiento de la fe cristiana. Ahora bien, ésta era precisamente la finalidad de la filosofía que en esas escuelas se profesaba y que por eso se denomina escolástica. La palabra escolástica designa la filosofía cristiana de la Edad Media. En los primeros siglos medievales el nombre de scholasticus indicaba a] que enseñaba las artes liberales o sea las ciencias que formaban el trivio (gramática, lógica o dialéc­tica y retórica) y el cuadrivio (geometría, aritmética, astronomía y música). Posteriormente se denominó scholasticus también al profesor de filosofía o teología, cuyo título oficial era magister y quien dictaba sus lecciones prime­ro en la escuela del claustro o la catedral y luego en la Universidad (studium generale). Por su carácter y método la escolástica está estrechamente ligada a la actividad didáctica de los maestros medievales.


Esta actividad se desenvolvía de dos maneras: la lectio que consistía en el comentario de un texto, y la disputatio que consistía en el examen de un problema mediante el debate de todos los argumentos que se pudieran adu­cir en pro o en contra. De modo análogo, la actividad literaria de los esco­lásticos asumió la forma de comentarios (a la Biblia, a Boecio, a las obras lógicas de Aristóteles y, posteriormente, a las Sentencias de Pedro Lombardo y las otras obras de Aristóteles) o de repertorios de cuestiones (Quaestiones disputatae y Quodlibeta, es decir, a propósito de un argumento cualquiera, quolibet).

El problema fundamental de la escolástica es llevar al hombre a la inteli­gencia de las verdades reveladas. La verdad revelada contenida en los libros sacros y las definiciones dogmáticas de la Iglesia es la norma de la investiga­ción escolástica, cuyo fin exclusivo es hacerla inteligible al hombre. Pero en ese intento el hombre no puede quedar librado a sus propias fuerzas, ante bien debe recurrir al auxilio de aquellos a quienes la Iglesia reconoce como particularmente inspirados por la gracia divina. De ahí el uso constante de las auctoritates en la filosofía escolástica. Auctoritas es la decisión de un concilio, un dicho bíblico, la opinión de un Padre de la Iglesia, y vale como principio de investigación o como punto de referencia en la solución de un problema.

La escolástica no se propone pues formular ex novo doctrinas y conceptos, No se trata de encontrar la verdad, dada ya en la revelación, sino sólo de entenderla. Para entenderla echa mano de los instrumentos y materiales de la tradición filosófica y vive sustancialmente a expensas de la filosofía griega, La filosofía en cuanto tal no es para la escolástica más que un medio: ancilla theologiae. Naturalmente, las doctrinas antiguas utilizadas con este fin sufren una modificación más o menos radical, pero la escolástica no se propone intencionalmente esa modificación, antes bien, las más veces no tiene conciencia de ella. Carece totalmente del sentido de la historicidad: se apropia de doctrinas y conceptos pertenecientes a sistemas muy heterogéneos y pone en un mismo plano, como si fueran contemporáneos, los filósofos más distantes, sirviéndose de sus doctrinas más características con arreglo a las propias exigencias. Por la misma razón no nutre un verdadero y auténtico interés científico por los fenómenos naturales. Cuando se ocupa de tales fenómenos, por lo general a propósito de problemas teológicos o filosóficos, no los enfoca so­bre la base de observaciones directas, sino a partir de noticias extraídas de la tradición antigua.

Los intentos de astrólogos, alquimistas y magos por ponerse en contacto directo con la naturaleza, bien que con el quimérico propósito de apoderarse de sus secretos y obrar milagros, se consideran diabólicos y se condenan como tales. Sin embargo, el interés científico por la naturaleza no decae del todo en la Edad Media, y se delinea y refuerza progresivamente en los últimos si­glos que son los que preparan, y en ciertos puntos preceden, al interés por el mundo natural que será una de las características fundamentales del Re­nacimiento.

Dado que el problema de la escolástica es el de poner al hombre en condi­ciones de entender la verdad revelada, es decir, de conciliar fe y razón, se pueden distinguir varios periodos de acuerdo con la solución dada al proble­ma. Por tanto, después de un periodo pre-escolástico (siglo IX) en que la fi­losofía presenta caracteres similares a los de los siglos VI-VIII, se distinguen en la escolástica tres periodos:

1)       La alta escolástica, que va de mediados del siglo IX hasta fines del siglo XII. En este periodo fe y razón se consideran en perfecta armonía.
2)       El florecimiento de la escolástica, o sea, la época de los grandes sistemas escolásticos, que va desde principios del siglo XIII hasta los primeros años del siglo XIV. En este periodo el acuerdo entre fe y razón se considera parcial; se admite la posibilidad de que la razón llegue a resultados independientes aunque opuestos a las enseñanzas de la fe.
La disolución de la escolástica, que va desde los primeros decenios del siglo XIV hasta el Renacimiento. Se caracteriza por el hecho de admitir que existe contraste entre fe y razón, con lo cual el problema escolástico mismo acabó por vaciarse de su significado.

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